domingo, 26 de diciembre de 2010

Pizarra digital por 40 euros

Miren este video:



En cuanto he llegado a casa me he puesto a enredar. Googleando un poco he encontrado cómo conectar el mando de la Wii al PC: Abrimos el Bluetooth le damos a buscar dispositivos, sincronizamos… Toma ya: ¡A la primera!:


Ahora me falta construirme un lápiz digital. Podría comprarme uno por poco más de 10 euros, pero eso sería rendirse antes de empezar, asi que… adivinen en qué me voy a entretener esta semana.
Seguiremos informando.

Anécdotas de profes


  1. PEPE: Este año me ha tocado dar la informática de un grupo de niños de 3 años. Estoy con mi portátil intentando que dos de ellos entiendan el funcionamiento de un ratón. Les pongo un juego que consiste en mover el ratón por la pantalla limpiando una imagen hasta que sale un animal en ese momento les pido que lo nombren. En este caso aparece una araña en su tela, el alumno se la queda mirando y le pregunto: ¿Sabes que animal es? El niño me mira, sonrie, se le ilumina el rostro mientras asiente con la cabeza y dice: ¡Spiderman!
  2. El mismo grupo. El primer día que subo a los niños a la sala de informática. En uno de los ordenadores el juego no carga y muestra una pantalla verde que las dos niñas miran embelesadas durante un buen rato. Finalmente me acerco, aborto la aplicación y vuelve el escritorio de Windows. Una de las niñas se vuelve a la otra y dice: “Mira, ya nos han quitado el fútbol”
  3. MARTA: Salgo de 3ºB, la clase de la que soy tutor, y entro en la sala de profesores. Me siento y reflexiono en voz alta: “Tengo una clase de frikis”, a lo que la orientadora, sin levantar la vista de sus papeles replica: “A imagen y semejanza del tutor”. Y lo mejor es que tiene razón.
  4. JUAN:  Tarde de martes, leyendo con mi hija Sara en la cama. Me pregunta: Oye, Papá, ¿qué es esto de XIX? Dejo mi libro y le empiezo a explicar qué son los números romanos. Los romanos por aquí, los romanos por allá… cuando termino, veo que no he debido ser muy convincente, porque me dice:
-No se, se lo preguntaré mañana a mi amiga Lucía.
- ¿A Lucía? ¿Y por qué a Lucía?.
- Pues porque mi amiga Lucía es rumana y seguro que se lo sabe.

sábado, 25 de diciembre de 2010

El siguiente artículo se publicó en el diario Avui el 25 de octubre de 2009. A mi me ha llegado por e-mail a través del newletter de la editorial Graó, de cuya revista de Matemáticas, UNO, soy suscriptora (y me la leo y todo, si, si). Como he sido incapaz de encontrar el enlace al sitio original les enlazo el sitio de Graó donde está publicado y lo copio integramente aquí porque me parece que es de lectura obligada para todo aquel que se dedique a la tarea de educar niños (propios o no):

Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa.

Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.

Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga. Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.

Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años.

Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera.

Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema.

Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos.

Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).

Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’. La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso.

Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos?

Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawai están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.

Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad.

¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía?

Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.
Carles Capdevila / Periodista (Avui, 25 de octubre 2009)

jueves, 23 de diciembre de 2010

Cambiando los paradigmas en educación

En algunos países me lapidarían por enseñar este vídeo. Un buen motivo, pues, para ponerlo aquí. No estoy de acuerdo con absolutamente todo lo que dice, pero en lo relativo a matar la creatividad de los alumnos y en especial sobre la epidemia de THDA que nos invade no puedo estar más de acuerdo.
Agárrense, que vienen curvas:

Changing Paradigms_ Ken Robinson



¿A que mola? Ahora solo faltan profesores creativos, padres implicados y cantidades indecentes de dinero. Lo último, lo primero.

Primera entrada

Este blog nace como punto de encuentro, para compartir experiencias en miembros de la comunidad educativa, siempre buscando aprender tod@s de tod@s. Nos vemos pues por aqui.